Son algunos de los comentarios que escucho, leo y miro constantemente en torno a las mujeres. Pero habrá que aclararlos. Para empezar, la mujer por sí misma puede colocarse cualquier color en la boca, ojos, cabello, uñas o mejillas, así como en su ropa.
Es su cuerpo y su decisión de cómo lucirlo, ello también hace referencia a la ropa. Unos ligueros o una minifalda no significan nada, el sentido positivo o negativo se lo das tú y tus pensamientos.
Por ejemplo, recuerdo que cuando vivía en Puebla, hace 35 años me amarré el suéter en la cintura durante los juegos en el patio escolar y una maestra me detuvo para decirme que eso no se hacía porque provocaba a los hombres.
Yo tenía menos de 10 años y no sabía lo que significaba provocar, tampoco entendía a cuáles hombres porque siempre estaba jugando con mis compañeros de la misma edad…cuando le conté a mi mamá me dijo que me pusiera el suéter como capa de superman para que no me molestara la maestra. Y me dijo que provocar era llamar la atención en mal plan. Tampoco entendí esa explicación…
Amarrarme el suéter en el cuello fue bastante incómodo porque nunca pude ganar el juego de “policías y ladrones” ya que siempre me atrapaban por la famosa capa.
Hace poco, en un restaurante una niña usaba unos zapatos rosas de tacón y su abuela la regañó, pues dijo la abuela que “parecía una loca”. Mi hijo, de seis años, que escuchó, me preguntó: “¿por qué traer tacones te hace ver como una loca?”.
Le respondí que la señora estaba equivocada, y que jugar a los disfraces era algo muy cool. Yo jugaba a ser bailarina y me ponía las zapatillas de mi mamá, mi hijo se disfraza de papá y se pone los zapatos de su padre.
También nos hemos disfrazados de payasos, de ratones y a veces también de zombies. Así que jugar a caracterizarse no tiene nada de malo. Las prendas y los zapatos tienen la carga sexual que le quieras dar; y los niños (y la mayoría de los adolescentes) no tienen ningún pensamiento erótico-sexual.
Tal vez cuando creces sí comienzas a sentir que te llama la atención una mujer o un hombre y tienes ganas de tocarlo y besarlo. Sin embargo, para poder tocar o besar a alguien necesitas su autorización.
Por ejemplo, imagina a una niña ponerse las zapatillas y el bra de su madre; algunos dirán que está pecando (¿neta?), otros dirán que seguramente “eso es lo que ve en casa” (lo que quiera que eso signifique), algunos más mencionarán que es muy chiquita para vestirse de señorita, pero recordemos que ella está jugando a ser grande, del mismo modo a que juega a ser la mujer maravilla y un transformers.
Ella se viste así porque está divirtiéndose. La niña no tiene prejuicios, “no quiere llamar la atención», ni está provocando a los hombres.
Lo que sí ocurre es que los adultos piensan que si la niña se viste con zapatillas y bra es una loca porque “seguramente” busca un momento erótico, sexual o coital. FALSOOOOOOOOOO.
Lo mismo le ocurre a la adolescente que se pone (o quita) cierto tipo de ropa por que le es más cómodo, porque no tiene ropa, porque así le gusta, porque está a la moda, porque se le pega la gana; y ¡pum! ocurre que algunos hombres y mujeres la juzgan por su atuendo de puta, de mujer de la calle, de cualquiera, de loca, de degenerada, de perra, de piruja, de un laaaargo etcétera.
¿Qué pasa en la edad adulta? A la mujer con sus años encima se le sigue juzgando: “está muy chichona y algo quiere”, “tiene pecas en la espalda es una coqueta”, “usa la ropa entallada para llamar la atención”, “la violaron porque andaba con vestido corto”….
La mujer es acosada, juzgada, ultrajada y menospreciada por los conceptos que los otros tengan de ella y de su ropa, de su maquillaje o de peinado.
Recordemos, señoras y señores, que la violencia sexual no solo va contra niñas en minifalda, sino contra mujeres con atuendos de monjas, contra bebés de pañal, contra mujeres que salen de noche a divertirse o contra mujeres que están durmiendo en su cama, contra mujeres que usan pantalones de construcción y policía, o contra mujeres de pelo corto, largo o rapado.
La violencia sexual no tiene que ver con el placer, ni con la ropa o el maquillaje, sino que es una construcción mental equivocada que está relacionada con el poder físico y emocional hacia el otro. Además, desde hace mucho tiempo se cree que la mujer no vale, que es menos que el hombre. Por eso, ellos “justifican” el abuso que comenten por la ropa que la niña, la adolescente o la mujer se pone, porque ella bebió de más, porque ella salió de noche, porque ella se lo buscó…¡que equivocados están!
Por Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana
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