Soy Amelia y vivo en uno de los 570 municipios que conforman el estado de Oaxaca, vivo en uno que es muy pequeño, solo tiene una escuela primaria y una secundaria, tiene dos tiendas y una farmacia…

Todos nos conocemos, mi pueblo es lo que se denomina: “Pueblo chico, infierno grande”, y esta es mi historia de un aborto que no fue.

Comencé a salir con un compañero de la secundaria, y cuando pasamos a tercero iniciamos nuestra sexualidad que disfrutábamos mucho, pero yo siempre tuve miedo de embarazarme, porque no usábamos algo para “cuidarme”.

En la farmacia de mi pueblo no hay anticonceptivos, lo único que se puede encontrar y eso —a veces— son los condones, pero solo los hombres son los que pueden ir a comprarlos y cuando lo hacen, luego, luego se corre el chisme en el pueblo.

Las mujeres de mi comunidad nunca compran condones, está mal visto y por eso nadie nunca lo ha hecho. Además, no hay clínica en mi pueblo, tenemos que caminar mucho para llegar a una muy pequeña donde tampoco hay anticonceptivos.

Una noche, comencé a sentirme medio mal, me daba cierto calor en el cuerpo y supe que estaba embarazada…además, había ya pasado una semana y no me bajaba mi regla. Le dije a mi novio, ya llevábamos tres años saliendo y todos en el pueblo lo sabían, pero me respondió: “eso es cosa de mujeres”.

Me dieron ganas de ir a la farmacia para comprarme una prueba de embarazo (tal vez venderían una, no lo sé). Así que me encaminé a comprarla, en el trayecto me encontré a mi abuela, un tío y dos de mis primos, me preguntaron a dónde iba… que me acompañaban (¡en este pueblo no puedes hacer nada sola, pero me les fui con la excusa de que tenía prisa, pues mi abuela camina muy lento!).

Cuando llegué a la farmacia, no pude pedir una prueba de embarazo, terminé comprando un desodorante porque la persona que la atiende es muy amigo de mi papá y mi abuelo.

Entonces, pasaron otros tres días más y volví a ir, ya más asustada que nunca y cuando vi que era la esposa del amigo de mi padre la que atendía, me sentí en mayor confianza y cuando me acerqué para preguntar si tenía una prueba, me di cuenta que no sería posible.

Pues antes de pedirle algo, la señora me preguntó que si estaba mala de algo, porque era la segunda vez que iba en menos de una semana, ¡su esposo le había dicho a ella y a mi mamá que yo ya había ido y que, además, tenía prisa porque mi abuela se lo dijo!

Así que le pedí una crema para el cuerpo… Pensé en ir a otro municipio, pero cuando le dije a mi novio que me acompañara, simplemente no quiso, me dejó de contestar el teléfono y comenzó a hablar mal de mi con los demás compañeros de la escuela.

Entonces, el siguiente domingo me decidí y le dije a mis padres que iría a visitar a mi mejor amiga de la primaria –que se había ido a vivir a la Ciudad de México–, les inventé que ella estaba enferma y que debía apoyarla.

Me importó poco que mi papá me regañara por pedirle dinero, solo le dije que me diera para completar para mi camión. Mi mamá fue la única que me dijo ve y regresas a más tardar en tres días. Me acompañaron a la terminal de camiones, y tenía mucho miedo, sentía que todos sabían a dónde iba.

Al llegar a la Ciudad de México, me fui directo a una clínica de abortos, ya la había visto en mi teléfono. Cuando llegué me sentí muy cómoda y nadie me hizo ninguna cara. Cuando me pasaron con la enfermera, les expliqué que estaba embarazada, que no me había bajado en más de dos semanas. ¡Estaba súper angustiada y me puse a llorar delante de la enfermera!

Ella me tranquilizó me dio unos pañuelos y me dijo que debía hacerme un ultrasonido vaginal, yo ni sabia que existían. Cuando me lo hicieron me preguntaron que si me había hecho una prueba casera de embarazo.

Respondí que no. ¿Entonces cómo sabes que estás embarazada? Me preguntó la enfermera, y yo simplemente le dije que no me había bajado y que me sentía muy caliente del cuerpo.

Sin embargo, me dijeron que no, que no estaba embarazada. Por un momento creí que me estaban mintiendo y que querían que yo lo tuviera, pero cuando me enseñaron el monitor del ultrasonido, no había nada… ¡estaba mi útero sin ningún bebé!

Yo hasta había traído todos mis ahorros, porque pensé que me harían un aborto, pero no, resultó que no tenía ningún embarazo, solo fueron mis nervios. Pero lo que sí me dijeron es que debería utilizar un método anticonceptivo de largo plazo. Así que aproveché para solicitar uno, me dieron mucha información de todos los que hay y me decidí por el implante, me lo pusieron en el brazo y nadie sabrá que lo tengo. Es muy discreto y no tengo que ir a la farmacia para nada, porque dura tres años, hasta que cumpla 21 años me lo puedo quitar y ponerme otro.

Claro que ya no voy a ser la novia de ese tipo, porque vi que solo le interesa acostarse conmigo. Quiero estudiar la universidad y seguramente me iré a la capital de Oaxaca para eso.

¿Por qué decidí viajar a la Ciudad de México antes de confirmar si estaba o no embarazada? Porque no quise ser la comidilla de mi pueblo, si hubieran sabido que estaba embarazada sin casarme, no solo hubiera sido una desgracia para mí, sino también para mi familia.

Por Guadalupe Camacho, @Lupichick, periodista y académica mexicana