prevenir el contagio de una ITS, además de prevenirse también con un método anticonceptivo de largo plazo como el implante o el DIU.   Dicen que para el amor no hay idioma, ni edad… ¡¡Y sí lo creo!! un cliché que se convierte en realidad si sales de fiesta, andas en el lugar y hora indicado. Una tarde, después de un seminario que se llevó a cabo en un aula de una Universidad gringa, una amiga —que le gusta bastante el trago— me dijo: “tú, que hablas inglés, llévame a este bar” y me señaló un punto en un mapa gigante. “¿De dónde sacaste ese mapa?”, pregunté incrédula porque yo estuve solicitando uno y nadie supo dónde se conseguían. Ella respondió “Ya ves, soy la onda. Vamos ¿o qué?”. Revisé el mapa hice la mejor ruta: caminar 15 minutos, luego tomar un autobús que da vueltas en el circuito del campus y caminar otros 10 minutos. La universidad en la que tomábamos nuestro seminario se denomina “seca” por eso nadie puede beber en sus habitaciones —recuerden que los gringos tienen habilitados dormitorios en las universidades— tampoco está permitido hacer fiestas con alcohol. Por eso pusieron un bar, lejooos, muy lejoooss. Con tenis, jeans y varios dólares emprendimos la marcha. Se nos unieron otras 5 compañeras. Ya estábamos agotadas —en nuestra última caminata— cuando vimos unas bicicletas y por tres dólares las pudimos usar hasta llegar a nuestro destino final: una bar con seis mesas, dos de billar, un karaoke y una barra. Pues bien, pedimos algo de comer y sólo tenían alitas, ensaladas (con lechuga, cebolla y queso amarillo rallado), unos panes como con queso y nada más. Pues yo no comí. “Ándale vamos a la barra, veamos qué chelas tienen”, dijo mi linda amiga (la del mapa). “Pregúntale por la cerveza más barata, pero que también sea la más rica”. “Hola, ¿hablas español?”, le pregunté al chavo detrás de la barra. Un negro musculoso, con ojos color avellana y una sonrisa de lo más agradable. “No, no. Me dijo y movió su cabeza para negarlo”. “Bueno pues. I want seven drinks. We need your cheapest and cool beer.” Y él respondió: “Wow, ladies night. We have different kinds of beers, I will show you”. Entonces, ese negro sirvió seis vasitos (que no eran tan pequeños) con diferentes cervezas, y nos llevó tres juegos a nuestra mesa. “Enjoy them”. Pues bien que con las muestras yo ya me sentía mareada. Dos compañeras ya estaban en el karaoke y otras dos ya ligaban. Así que se comenzó a formar un gran ambiente. Mi amiga la del mapa, que acaso se había bebido seis vasos dijo: “mi preferido es este, quiero dos cervezas de la oscura, la que no está tan pesada”. “Mmmmh para saber cuál era”, le respondí. Entonces, caminé a la barre y le dije al barman: 4 glases of dark but soft beer, thank u”. Desde entonces el barman veía que mi amiga ya no tenía cerveza y le mandaba una cada tanto. Pasó la noche, y salí a tomar un poco de aire fresco, el barman me siguió. “Houla, ¿cómou estás?” Yo, la neta, ya no podía pensar en español y luego traducir, así que simplemente comencé a hablar si me entendía o no, pues ni modo. ¡Ja ja ja! No sé qué tanto hablábamos, pero de repente me dijo “Yo no hablo español, pero beso muy bien”. Ah canijo. “¿Quién te enseñó esa frase”, pregunté en inglés y él riéndose dijo: “The cooker”. El cocinero del bar era un hispano. Pues pongamos a prueba a este barman. Nos besamos y la neta que sí, lo hizo muy bien. Esa noche, mi amiga —la del mapa— terminó full, en una mesa durmiendo. Las otras se había ido. Y yo le dije al barman: “Can u ask me one taxi”, y después me dijo que al campus no entraban taxis y que él nos podía dar un aventón cuando cerrara el bar, o sea a las 2 de la mañana. Vi mi reloj y eran la 1:30. Así que va, no me quedaba de otra. El barman, de nombre Kaari, cargó a mi amiga, la subió al auto, le puso el cinturón, pasamos por gasolina, me compró un gatorade y me llevó a cenar a un Denys de 24 horas… yo bien confiadota, nunca pensé en el riesgo. Y mi amiga ni cuenta se dio, estuvo toda la noche durmiendo en el asiento trasero. Llegamos a nuestro lugar, él todavía cargó a mi amiga y la dejó en su cama. Después yo lo llevé a la mía; la noche, el alcohol y los condones hicieron el resto. Desde entonces mi color favorito para el sexo es el negro. Con la información y experiencia de  Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana.[:]]]>