coger! Qué engaño tan vil. No entiendo quién les dio a los hombres esa “gran” idea para convencer a una mujer de “dormir” con ella. Así que amigos, caballeros, señores y chiquillos allí van las razones por las que nunca nadie va a aceptar su “gran invitación”. Dormir acompañado no es fácil, ni romántico, tampoco garantiza que habrá sexo. En primera, las personas nos transformamos cuando dormimos: recuerdo a mi prima Vero que, por la noche, entraba en un disfraz de franckie robótico. Es decir, se ponía tan rígida que —al cerrar los ojos— no había poder humano que la hiciera flexionar sus codos y rodillas. Por ello, si estiraba su brazo o pierna sobre de ti debías dormir con ese “peso muerto” toda la noche. Ponerse rígido es apenas una de las 100 formas que tienen las personas para dormir ya se voluntaria o involuntariamente. ¿Qué, no? Así, la gente habla e incluso discute dormida, camina, patea, babea, se pelea, y también pierden orina cuando están en los “brazos de Morfeo” . Otras gracias nocturnas son: rechinar los dientes, poner los ojos en blanco, morder al que esté al lado y girar como trompo toda la noche. ¡¡Roncar es lo de menos!! Otro tema: la cama masculina. Hay camas que son tan duras como una piedra, otras más son suaves que te hundes a la menor provocación. Algunas ¡¡ni colchón tienen!! Ya ni hablemos de la ropa de cama que suele oler a pedos, a sudor, a patas apestosas, a orines o están percudidas. Muy pocos son los varones que tienen una cama digna de compartir. Por eso, ¡¡algunos te quieren llevar a la recámara de sus papás o echarse un “rapidín” en el asiento trasero de su auto!! ¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡ja! ¡¡tan simpáticos!! Por eso señores antes de decir: “Vamos a dormir juntos, sin sexo, nada pasará. Te lo prometo” busquen otras formas de conquistar la confianza femenina. Porque aunque la mujer entre en una especie de trance cuando está durmiendo, no accederá a abrir las piernas sólo porque el varón de al lado tiene ganas y anda muy “prendido”.
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