violencia contra la mujer va desde el acoso callejero a la violación o la muerte; si pensamos en que los datos oficiales del INEGI dicen que el 63 por ciento de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual. Un promedio de 40 féminas por día a nivel nacional. Los datos oficiales, dicen, imagínese la verdadera proporción. La convocatoria salió de la cuenta de la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro quien publicó en su cuenta de Twitter quien publicó “¿Cuándo y cómo fue tu primer acoso? Hoy a partir de las 2pmMX usando el hashtag #MiPrimerAcoso. Todas tenemos una historia, ¡levanta la voz!”. De todas esas historias, recopilamos aquí algunas, en ellas se puede vislumbrar abusos, muchos familiares, edades tempranas de 7, 8, 9, 10, 11 años, y que sean en todas partes, hasta en los que consideramos más seguros. En Marie Stopes te invitamos a no quedarte callada, a defender tus derechos, a alzar la voz. No estás sola, nosotras te acompañamos. #MiPrimerAcoso Era niña, ahora no recuerdo la edad, pero si hago un poco de memoria podría decir que tenía entre 8 o 9 años, era la primera vez que mis padres me permitían dormir en casa de mi abuela con mis primos, primos hermanos, los más queridos. El lobo siempre va vestido de oveja. Estuvimos hasta tarde viendo la tele, era una costumbre, eso de ver películas y dormirnos sólo hasta que nos golpeara el sueño. En la cama improvisada con dos sillones de la sala, dormíamos cuatro, tres primos míos y yo. Usaba un short como pijama porque las noches en Acapulco son un infierno sin aire acondicionado. Cuando finalmente apagamos la tele y nos dispusimos para dormir, empecé a sentir que una mano se apretujaba contra mi cuerpo pero lo minimicé, al final, éramos cuatro durmiendo en sillones que con trabajo podrían contener a dos adultos. Pero la mano se fue abriendo paso por entre los espacios vacíos; miles de cosas pasaron por mi cabeza, pensamientos que por un momento me inmovilizaron. La mano rozó mi vagina, aquel movimiento definitivamente no era orgánico, producido por la necesidad de tener más comodidad; se restregó, la mano, contra mis genitales y más tarde trató de introducirse en el interior de mis pantalones cortos. Fue entonces, cuando a pesar de mi inmovilidad, algo me hizo reaccionar. Jamás había sentido algo parecido, en muchas ocasiones sentí un roce por aquí o por allá, pero algo tan violento, tan físico, jamás. Me levanté. Era muy tarde, calculo que las tres o cuatro de la madrugada. Al borde de los sofás, me quedé parada, tratando de averiguar quién de mis acompañantes era el responsable, todos parecían dormidos. Algunos incluso roncaban. Tuve miedo, culpa. Quizás era por eso que no nos permitían dormir juntos a las niñas y a los niños… quizás. Pasé mucho tiempo parada, una hora, por la posición de todos, pude deducir al que me había tocado y volví a acostarme, lejos de mi agresor. Después lo olvidé, lo enterré en mi memoria. Se había acabado el cuento de hadas. Thalía Güido Tenía 10 años. Fuimos al parque de los Viveros mi madre, mi hermano y yo. Le estaba dando cacahuates a las ardillas cuando un hombre se paró enfrente de mi y se bajó los pantalones para mostrarme su pene erecto. Nunca había visto eso. No sabía qué significaba pero salí corriendo a buscar a mi madre. Ella lo alcanzó y le metió unos buenos madrazos con su bolsa. Después, llegaron los policías y no recuerdo si lo llevaron a la delegación. A pesar de que hubo alguien ahí para defenderme, me sentí culpable. Sigo preguntándome por qué. En la escuela los niños usaban espejitos para mirarnos debajo de la falda, les parecía un juego gracioso, de alguna forma, a nosotras también. De ahí siguieron los piropos, las miradas lascivas, un tipo que se masturbaba afuera de nuestra secundaria, agarrones de nalga etc. Pero, uno de los eventos más violentos fue en un Vive Latino. Era uno de los primeros a los que iba. Habré ido en tercero de secundaria o primero de prepa. Kinky estaba en el escenario -y como es tradición- un grupo de personas agarró las mantas negras que están en el piso para hacer volar a las chicas. De ahí el emblemático ‘chichis pa’ la banda’ y ver cual era la ‘valiente’ que se las enseñaba. No todas las que subían lo hacían y -al parecer- no había problema. Mi amiga y yo nos quisimos aventar. Ella se fue con un grupo y yo con otro. No quise hacer chichis pa’ la banda. Quería volar mientras tocaban una de mis canciones favoritas. Cuando me elevaron en el aire la primera vez, empezó el coro: “¡Chichis! ¡Chichis!”. No los pelé. Una vez que caí en la manta me envolvieron con ella y entre un grupo de no sé cuantas personas (¿30? -¿40? -¿50?) me tocaron todo. Me metieron mano, me golpearon con sus puños y dedos la vagina y me rompieron la blusa. Otra vez al aire. Y las agresiones se repitieron. Una y otra vez. No podía bajarme. ¿Gritar? Ja, en pleno ViveLatino mientras se oía la voz de Ely Guerra “Lalalalalala…” y toda la masa amorfa de gente subía y bajaba en una marea de éxtasis …”¡¿A dónde van los muertos?!” Sentí una desesperación máxima. Estaba atrapada en un loop en el que -a pesar de estar rodeada por una multitud- nadie me podía escuchar. Nadie me iba a ayudar. Nadie, ni mis amigas, se daban cuenta. “¿Qué quieren?” pensé “¿Me hacen esto por no hacer chichis pa’ la banda? ¿Lo hago y con eso me sueltan?” Estaba aterrorizada. Intentaba brincar para salir de la manta y aventarme al mar de gente que lo único que deseaba era que Gil Cerezo les cayera encima. 1, 2 y va la 3era: “No lo voy a hacer. No les voy a dar lo que quieren. Malignos”. En ese momento creía que ellos me estaban castigando por no sacar la pechonalidad. Aunque si lo hubiera hecho, seguro me habrían atacado de la misma forma. No recuerdo cuantas veces lo hicieron. Pateé, arañé, grité, mordí, escupí como pude. Me sentí como un animal vejado cuando sabe que esta acorralado y no hay escape. Por fin me bajaron. Corrí con mis amigas llorando. A la otra chica que subió a la manta de al lado, no le hicieron nada. ¿Por qué? No lo sabíamos pero en mi mente formulé una especie de maldición gitana que yo había generado. Lo hicieron porque era yo. Me vieron fresa. Por ingenua. Por cómo me vestí. Por mi mala suerte. Me eché la culpa. No quise arruinarles el concierto a mis amigas. Así que no nos fuimos de inmediato. Me dolía todo pero me aguanté. Me lo había ganado. Por tonta. Llegué destrozada a casa. No se lo dije a nadie. No es lo único que me ha pasado. Podría escribir 4 páginas más sobre esto. Pero pa’ pronto les adelanto este asqueroso episodio. Pensando en #MiPrimerAcoso se destaparon en mi memoria muchísimos episodios violentos, humillantes y aterrorizantes que por salud mental había dejado en el archivo mental del “no abrir, aquí no hay nada bueno”. Liz Misterio Cuando sucedió #MiPrimerAcoso no fue el primero, pero si la primera vez que lo entendí como acoso, estaba haciendo mi primer viaje en metro sola, era un trayecto como de 4 estaciones y un hombre decidió masturbarse frotando su pene con mi hombro, traté de moverme para que dejara de hacerlo pero el continuó, varias personas vieron lo que pasaba y nadie hizo nada… no le dije nada a nadie pues me dio vergüenza, me sentí humillada y temí que mi mamá no me volviera a permitir salir sin supervisión… tenía 11 años. A los 14 años tuve una relación con un chavo 6 años mayor que yo, cuando decidí terminar la relación él me fue a buscar a la salida de la secundaria, yo salí con mis 3 mejores amigos e íbamos hacia la casa de uno de ellos y el tipo nos fue siguiendo todo el camino, yo estaba asustada pues ya me había amenazado con hacerme daño si lo dejaba. Cuando estábamos por entrar al conjunto de edificios en donde vivía mi amigo el tipo me jaló fuerte por el brazo, causándome dolor y me dijo “tu no vas”, yo estaba paralizada de miedo y mi amiga Karla reaccionó empujando al tipo con fuerza y jalándome hacia adentro de la unidad diciéndole “Ella hace lo que quiera”. Ese momento me cimbró profundamente. #MiPrimeraViolenciaEnLaPareja En la universidad yo me la pasaba en unas fiestas masivas que organizaban unos amigos, me sentía segura por que había a mi alrededor mucha gente conocida en la que yo confiaba. Un día de esos estaba muy tomada en el baño de la fiesta y se metió un tipo desconocido mientras yo estaba sola ahí adentro, puso su cuerpo boqueando la entrada y me dijo “De aquí no sales” mientras abrazaba mi cuerpo con un brazo y bloqueaba la puerta con el otro. Supe que me iba a violar si no me lograba escapar, así que le di un beso y fingí que estaba todo bien, y en cuanto bajó la guardia me escabullí corriendo… #MiPrimerIntentoDeViolación Tania Llamas #MiPrimerAcoso aunque en mi caso tendría que ser #MiPrimerAbuso fue a los 5 años y siguió durante varios años más. En realidad lo más difícil es sanar las heridas que quedan. Tardé muchos años en darme cuenta que es lo que había sucedido y muchos más en darme cuenta que no soy un objeto. Pasé la mayor parte de mi vida en silencio y soledad. Ahora me doy cuenta que no estoy sola, de que tengo derecho a decidir y a vivir sin miedo. Fanny García #MiPrimerAcoso No es precisamente el primero, pero fue uno de los peores, por la edad y por la situación. Tenía 12 años e iba a alcanzar a mi mamá, a no más de 3 cuadras. Un hombre de 45 años próx. me persiguió por 2 cuadras diciéndome cosas obscenas acerca de mis genitales; entre más rápido caminaba el se acercaba más. No sabía qué hacer, así que me metí al primer establecimiento que encontré abierto; entré y le dije al hombre que estaba ahí que me estaban siguiendo y que si podía quedarme un rato hasta que se fuera. El hombre del establecimiento comenzó a preguntarme mi nombre y donde vivía y a decirme cosas sobre lo bonita que era. Me sentí intensamente sola al darme cuenta que nadie iba a ayudarme y que el acoso está en todas partes…. Todas las mujeres tenemos esta clase de historias (no solo una) que perecen horribles y exageradas; y que nos da pena contar en voz alta..debido a que sentimos cierta culpa por estas situaciones. Pero no está bien! Y si es necesario exponer todo esto para acabar con los: “ni que estuvieras tan buena” “Para que te pones eso” ” Es tu culpa por ir sola” “No es para tanto” “Todavía que te dicen que eres bonita” etc. Hay que hacerlo, porque en este momento hay un montón de niñas, sintiéndose solas, culpables y sucias..solo por ser ellas mismas y eso no es justo. La violencia de género no es un chiste, sus bromas y su sarcasmo solo hace el camino más difícil para nosotras y para las que nos siguen. Las historias se multiplicaron, el hashtag se utilizó más de 100 mil veces y fue una denuncia paralela a la gran marcha nacional dl 24 de abril en el que las mujeres y varios hombres alzaron la voz contra la violencia machista. Con información de Regeneración.]]>
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