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“Harley Quinn no vive un amor intenso como solemos pensar a primera vista”.

Hacemos mención de los aparatos del sexismo porque, si ponemos atención a la opinión generalizada, esa que escapa la mayoría de las veces de los ojos verdaderamente fanáticos del cómic o la novela gráfica, lo que mayor seducción causa en el carácter de Harley Quinn es su uso de ceñidas faldas, maquillaje demencial o ultraglamuroso y un cuerpo escultural que violenta a cualquier espectador. Después vienen intentos de reivindicación con un discurso de poder, feminidad no doblegada y fuerzas revolucionarias en la descentralización patriarcal de las narrativas. Pero ello no surte efecto, así que gracias por participar. Harley Quinn no vive un amor intenso como solemos pensar a primera vista; si bien es completamente entregado y caracterizado metafóricamente por la locura, es un estado que daña a esta mujer mucho más de lo que verdaderamente advertimos. Ella es la representación y la visibilidad suave de un problema bastante grave; el perderse en una no-relación destructiva, utilitarista y basada en los roles jerárquicos de un viejo orden social. Es la encarnación definitiva de la autoestima devorada y del deseo por verse en realización junto a alguien que “posibilite” los deseos hasta ahora reprimidos.

“Harley nació en estos dibujos televisivos como una apuesta de denuncia metafórica en contra de la violencia doméstica”.

Harley no es una chica autónoma o completamente poderosa; aunque existen múltiples versiones de su caracterización física o psicológica, a lo largo de todas sus transformaciones se guarda un elemento clave para su personificación: la doblegación de sus actos ante un sujeto que juega dos papeles fundamentales para ella, el de victimario y el de gentil protector. Específicamente, considerando lo ya expuesto y ciertas obviedades de la mujer criminal, ¿por qué no deberíamos idolatrar a Harley Quinn de la manera en que comúnmente se hace? Sus antecedentes La Dra. Harlen Frances Quinzel, nombre verdadero de nuestra antiheroína, cierto es que fue una distinguida personalidad de la psiquiatría en sus orígenes –remontándonos a la serie animada de la Warner Brothers–, pero al encontrarse con uno de sus mayores retos clínicos (The Joker), da un giro medianamente inesperado. En una continuidad de abusos físicos y psicológicos, ella encuentra una suerte de vínculo afectivo con el mencionado asesino que jamás había experimentado antes. Harley nació en estos dibujos televisivos como una apuesta de denuncia metafórica en contra de la violencia doméstica, la tragedia de enrolarse emocionalmente con la persona equivocada y el usual sometimiento de lo femenino en nuestra comunidad. ¿A eso aspiramos realmente?

“La arlequín sádica siempre ha sido un objeto. Lo fue y lo será”.

Sus condiciones Harley no es la secuaz de The Joker. Mucho menos es su pareja sentimental. Ella es manipulada una y otra vez por este sujeto demente en pos de los intereses que él persigue, no de un beneficio mutuo; cuando la bella arlequín saltó de la pantalla a los cómics pudimos ser testigos de un proceso inacabable de chantajes, malos tratos y despotismo que el payaso criminal imputaba hacia ella. Ella idolatra a un hombre que en realidad no la cuida; ni siquiera se preocupa por su existencia. En repetidas ocasiones Harley ha estado a punto de morir y esto no molesta en lo más mínimo al Joker. Sólo se vuelve central para él si esto amenaza con arruinar alguno de sus planes; al parecer, ésa es la máxima que nos hemos establecido. Sus tragedias Quinn vive en el exceso del amor no consumado, de la mujer que debe romperse a sí misma y hacer todo lo necesario por conseguir, aunque sea, una ligera simpatía por su amo, su sueño inalcanzable. Después de pasar por diversos peligros y riesgos de muerte, Harley se ha dado cuenta de lo poco que vale para su hombre maravilloso, es innegable esta situación; no obstante, en muchas versiones de este personaje, ella no frena sus anhelos por complacerlo y recoger migajas de “afecto”, sucumbiendo a sus “encantos” pase lo que pase. Ha habido historias en las que esta mujer se desarrolla como una temporal aliada de Batman o cualquier otro oponente al Joker para jugar un poco con la venganza en contra de su victimario; también se ha dado el caso de una Poison Ivy en extremo amiga quien le aconseja abandonar a ese diabólico ser que sólo se aprovecha de ella. No podemos negar que existen esos rostros del relato, pero son los menos a decir verdad. Así que poco sirven para la construcción global de esta presa. Quizá el escenario más dramático de esta mujer alucinante es aquel donde ella tiene un hijo con The Joker y termina por enviarlo lejos, tanto para una velada protección de éste, como para no entrar en conflicto con el padre lunático. El cual, por cierto, no sabe de la existencia de su vástago y cumple notoriamente con su rol de padre contemporáneo.

“Harley Quinn no es una villana ruda cualquiera, su perfil y su impacto son más fuertes de lo que pensamos, contienen un pensamiento de mayor complejidad que el de la mujer impaciente por desatar su furia”.

Su realidad La arlequín sádica siempre ha sido un objeto. Lo fue y lo será. Nadie podrá arrebatarle ese papel nunca; sin embargo, intentando ser la caracterización de lo que no se debe llegar a ser, su sexualización se ha salido de control. De hecho, esa mirada erótica se fortaleció estrepitosamente en muchos personajes del cómic –masculinos o femeninos– mediante el uso de cuerpos estilizados, trajes sugestivos y roles binarios muy bien marcados; sólo que en el caso de féminas heroicas o villanas es de mayor notoriedad. Esa jugada de la sonrisa burbujeante, la mirada perdida, el acto infantil, la mirada seductora, el andar provocativo, la práctica carencia de ropa, entre otros elementos de Harley Quinn, no hacen de esta fémina un personaje de advertencia ni una mujer desfavorecida; por el contrario, le han transformado en el carácter perfecto para la adolescencia hormonal, la mercadotecnia gore y la impresión vacía del espectador que sólo se queda con el universo fílmico de DC. – Harley Quinn no es una villana ruda cualquiera, su perfil y su impacto son más fuertes de lo que pensamos, contienen un pensamiento de mayor complejidad que el de la mujer impaciente por desatar su furia. Es un papel femenino que no se debe tomar a la ligera y mucho menos imitar, si es que tomamos en cuenta sus rasgos de abuso asimilado y la hipersexualización que le embarga en un sentido completamente negativo. El sexo vende y la mujer que lo demuestra es de las más codiciadas hoy, pero si queremos armar un personaje que no caiga sólo en esa categorización –la del cuerpo que sólo incendia con su apariencia–, es necesario una reconsideración no argumentativa de sus actos, sino de sus análisis centrales. Para continuar con este análisis de la figura femenina en los medios, lee un poco acerca de su aceptación trágica en ¿Por qué las mujeres siempre están deprimidas en las revistas de moda? y algunas fotografías de niñas gitanas que tienen que convertirse en mujeres a los 10 años. Con información de Cultura Colectiva]]>