Marie Stopes, recuerdo que cuando entramos, estaba llenísima de parejas esperando su turno. La recepcionista nos dijo que ese día estaban muy llenos pero que podrían darnos una cita para el lunes (era sábado). Pedimos informes, hice muchas preguntas y al final agendamos la cita para el lunes a primera hora. El precio con ellos era de 2,500 pesos, precio que sin problema, íbamos a poder costear. Cada quien se fue a su casa después de eso. Casi no nos hablamos y el domingo no pensamos en vernos para nada. La realidad es que los dos estábamos en nuestros respectivos mundos y nunca ahondamos en el tema. Nunca supe en qué estaba pensando él. Qué sentía. Solo sabía que él tampoco lo quería. Eso en realidad nunca fue un tema a discutir. Ninguno de los dos lo quería y era necesario hacerlo lo más rápido posible. Llegó el lunes. Los dos habíamos pedido el día en nuestros respectivos trabajos. Nos vimos en un punto medio y nos dirigimos a la clínica. Recuerdo que era una mañana muy fría, claro, era enero. Éramos los primeros, llené unas formas y ya solo teníamos qué esperar a la doctora. En el tiempo que esperamos, la recepción se empezó a llenar de parejas de diferentes edades, clases sociales y “modas”; recuerdo a unos darks tímidos a lo lejos. Todos con la misma cara de angustia pero sin el clásico convivio de sala de espera. Cada quien vivía su miedo en silencio. Llegó nuestro turno y entramos en un pequeño consultorio. Me hicieron una pequeña entrevista. Me preguntaron los datos personales de siempre y mis razones del porqué quería abortar. Le expliqué mi situación de salud y la doctora no reparó en estar de acuerdo con mi decisión pero siempre haciendo énfasis en que la decisión era mía y solo mía. Que en cualquier momento antes de empezar el procedimiento podría yo “echarme para atrás” y que no me preocupara en decirlo. Yo no pensaba echarme para atrás, yo de hecho quería irme corriendo hacia delante muy lejos. También me propuso un método anticonceptivo adecuado para mi situación y la acepté. En todo este proceso él fue muy pasivo, no hablaba, solo escuchaba. Si no llego a mencionarlo mucho en este relato, es porque su participación en todo esto fue así, nula. Solo silencio venía de su parte. El momento llegó y todo terminó. Me sentí rara pero tranquila. Recuerdo estar en la salita de recuperación con una sabanita en mis piernas, una compresa caliente encima de mi vientre y un té en la mano cuando volteé a ver el material literario que tenían mientras esperaba la orden para irme.  Tome una revista de viajes. En la portada venían “Las playas más hermosas del Caribe”. La empecé a hojear y lo primero que pensé fue “De esto me pude haber perdido. Quiero viajar. Quiero vivir. Aun no estaba lista para esto”. Después de que la doctora me diera mis recetas médicas, indicaciones y agendar la cita para la próxima revisión, dijo que podía retirarme. En ese momento bajé las escaleras y vi a mi pareja ahí sentado, solo. Yo bajé sonriente y dándole la señal de que “todo bien”. Salimos y le dije si quería ir a desayunar. Él me dijo que no, que se iba a ir a trabajar. Le contesté con un “bueno, te veo en la noche ¿va?”, él me dijo que no, que iba a ver a sus amigos. Ahí fue cuando me di cuenta que nada iba a ser igual… Pasamos 6 meses más juntos después de esto y fueron los peores 6 meses de nuestra relación. Realmente él nunca hablo de la situación y a nunca me refiero que hasta el día de hoy no tengo ni idea de qué sintió en ese momento que hizo que en su cabeza todo valiera madres. Por más que le pregunté él nunca contestó. Yo me harté de esa indiferencia, más cuando me di cuenta que desde que pusimos un pie fuera de la clínica, él nunca tuvo el detalle de preguntarme “¿cómo te sientes? ¿necesitas algo?” a pesar de que estuve mas o menos un mes sangrando. A pesar de que pasé por una cirugía fuerte un mes después del aborto. A pesar de estar anémica y agotada psicológicamente. El abandono fue claro al igual que su negación. Los planes de vivir con él desaparecieron el día que fuimos a nuestro último concierto juntos. El día que cruzó por mi cabeza ponerle el cuerno con alguien más. Sabía que todo había terminado. No me arrepiento de mi decisión, de hecho la finalidad de este post es agradecer la despenalización del aborto en el D.F. y haciendo puntos muy claros sobre la importancia del tener una opción accesible, regulada y económica. También mostrando que el pasar por eso no es al final una experiencia fácil y mucho menos placentera. También para destacar la labor de Marie Stopes ya que no solo se dedican a “matar bebés” (como lo ven o dirían los pro-vida), sino que se preocupan y encargan de que la paciente salga con una opción anticonceptiva. Aparte de hacerse 100% responsables de cualquier complicación posterior al procedimiento, siempre y cuando solo acudas a ellos. Antes de esto no tenía una posición definida con respecto a la despenalización del aborto pero es verdad que hasta que no te pasa, no lo entiendes. Ahora lo apoyo y me parece bastante obvio que sea así y tener la posibilidad de ser regulada y al alcance de todas las mujeres que lo requieran. Yo necesitaba abortar por mi condición de salud, hay mujeres que también lo necesitan y me parece indignante que no puedan tener la opción. Opción que les podría salvar la vida y dar un mejor futuro. Imaginen el tipo de estigma que existe en la sociedad, que no me atrevo a firmar este post con mi nombre por temor a ser señalada y criticada por mi decisión y también para proteger la identidad de la otra persona. Es como dejar la puerta entre abierta sabiendo que se las voy a cerrar en la cara en el momento que vayan a querer entrar. Con información de Lo que pensamos]]>