Me encontraba de visita en la casa de mi padre, un señor que vive solo desde hace más de 30 años. Mi pequeño hijo, de entonces 2,5 años, y yo lo visitábamos un domingo. Mi papá (un señor de más de 70 años con un machismo a flor de piel) jugaba con mi nene.

Cuando les pedí que terminaran su juego para ir a comer a un lindo restaurante, mi hijo hizo un berrinche porque quería seguir en lo suyo. Con firmeza le dije: “Te doy cinco minutos más y después nos iremos porque es tiempo de comer, después podemos seguir jugando”.

Él lloró y comenzó a gritar la palabra: ¡no, no y no! Me acerqué a él para tomarlo de la mano y dirigirnos hacia la puerta, cuando mi papá me dijo muy molesto: “¡No!, yo lo llevo, déjamelo a mi” y me miró con sus ojos de reproche, al tiempo que me apartó de mi hijo.

Entonces, en ese instante escuché un aplauso, seco y muy fuerte. Y enseguida: “Ya le pegué a tu mamá para que ‘entienda’ que no se debe meter en cosas de los hombres”, mi papá le dijo a mi hijo.

Me quedé muda, helada y paralizada. Entonces, busqué con la mirada a mi papá, quien —por supuesto— me ignoraba. Mi hijo, dijo en ese momento: “dale otro abuelo, pero más fuerte”. Esas palabras me dolieron hasta los huesos…aún me duelen.

Entonces, dije: “No papá, te equivocas, nadie debe pegarle nunca a las mujeres por ninguna razón y eso que tú hiciste está terriblemente mal. Así que debo de explicarle a mi hijo lo que sucedió. Tomé a mi pequeño entre los brazos y le dije que eso que había escuchado no era un golpe, sino que fue un aplauso (le mostré cómo se daban y aplaudí tres veces con la misma fuerza e intención con la que mi papá había dado su aplauso).

Después, le dije a mi papá que ya no tenía ganas de comer y me fui de allí con mi hijo. Durante el trayecto, manejé muy triste y recordé el por qué mi papá vive solo, el por qué nadie tiene deseos de convivir con él. Sólo lo vemos en las fiestas de fin de año, en su cumpleaños o en el de algún otro festejo.

Cuando veía a mi hijo por el retrovisor de mi automóvil, pensaba: ¿cómo le voy a quitar esa idea de la cabeza a mi nene, cómo? Entonces, decidí que mi hijo nunca en la vida sería un macho, lo primero que hice fue meterlo a una terapia, allí me di cuenta de cuánta mala influencia le había dejado mi papá.

¿Cambiar a mi papá? eso nunca pasará porque él cree que la vida es así. Entonces lo que me queda es ayudar a mi hijo a que vea el mundo como es ahora: con mujeres valientes, con mujeres competitivas, con mujeres inteligentes, con mujeres llenas de proyectos, con mujeres que manejan autos, escalan montañas, suben a paracaídas y se alejan de los machos, de los misóginos, de los golpeadores.

Mi hijo va a cumplir 5 años en unos días y cada vez que ve a su abuelo le pone límites y le dice frases como: “No abuelo, eso que piensas no está bien”, “no abuelo te equivocas”, “no abuelo la jefa es mi mamá, ella es la que manda”.

Y cada vez que escucho su pequeña voz con esas frases se me llena el corazón de alegría…

Con información de Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana para Marie Stopes]]>