, así que decide no tener ese niño. Una amiga del barrio le habla de un médico que práctica abortos. Desde su consulta, por una puerta trasera, se accede a un apartamento, dondele practica el aborto clandestinamente, en la cocina sobre una silla de plástico de jardín. Al despertar, está rodeada por otras tres mujeres sedadas. Tiene solo media hora para abandonar la casa porque llegarán más pacientes. Paga 4.000 dírhams, alrededor de 400 euros. Cree que la pesadilla se ha terminado y llega a casa demacrada e inquieta, pero liberada. Esa noche inunda de sangre el canapé beige de su madre. Rápidamente la trasladan a una clínica para detener la hemorragia. No tiene embrión, pero la bolsa sigue dentro de su cuerpo. La operan y esta vez paga 600 euros. Es el testimonio a la SER de una joven de 21 años que optó por no tener su bebé y tuvo que recurrir a la práctica de una aborto clandestino porque en Marruecos el aborto es ilegal, regulado por el Código Penal de 1967. Los once artículos que castigan el aborto clandestino dictan penas de 5 años de prisión para el médico y 2 años para la mujer. Y afectan también a las personas que ayudan al doctor en las prácticas abortivas, incluido el personal que trabaja en la consulta por no denunciar el delito. Salima Bakass de Aministía Internacional en Marruecos afirma a la SER que «las estadísticas muestran que se practican entre 600 y 800 abortos al día, a pesar de las restricciones de la ley». El artículo 453 habla del único caso de aborto permitido, cuando se pone en riesgo la vida o la salud de la madre. Los especialistas, militantes y médicos se hacen la misma pregunta: «¿De qué salud hablamos?». Solo se atiende a la salud física, que representa un 5% de los abortos no deseados, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene en cuenta también la salud mental y social. El presidente de la Asociación Marroquí de Lucha contra el Aborto Clandestino (AMLAC), Chafik Chraïbi, explica a la SER en su despacho de la clínica de maternidad de Rabat que «la salud mental es importante porque si una mujer tiene un embarazo no deseado puede caer en una depresión que la lleve al suicidio. Y una mujer que da a luz y está soltera, socialmente va a ser marginada, no va encontrar trabajo y va a estar aislada». El ex ministro y médico Saadedin Otmani, del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) en el Gobierno, enumeró durante el debate nacional sobre el aborto, que se celebró en marzo en Rabat, los problemas sociales que se derivan de un embarazo no deseado: abortos clandestinos, mortalidad materna, complicaciones sanitarias de la madre y abandono de niños. Abortar clandestinamente en Marruecos no es barato, puede costar hasta 1.000 euros en una sociedad donde el sueldo mínimo interprofesional es de 300 euros. Por eso muchas mujeres recurren a soluciones caseras, como plantas, productos venenosos incluso se introducen objetos afilados en el útero. El ministro de Sanidad, Husein el Wardi, confesó durante el debate nacional que «la ley es necesario modificarla urgentemente, hace falta revisarla. Lo primero, poner en marcha un programa de prevención, que va a permitir a las mujeres y las chicas que van a abortar acceder a una institución sanitaria de calidad para evitar las complicaciones. Es un derecho humano». Actualmente la esperanza está puesta en las autoridades políticas y religiosas, después de que este año el Rey Mohamed VI haya ordenado revisar la controvertida ley que penaliza el aborto y haya solicitado una reforma de la misma a los ministros de Interior, de Justicia y de Asuntos Islámicos, y al Consejo Nacional de Derechos Humanos, para legalizar el aborto en caso de incesto, violación o en casos específicos de malformación del feto. Con información de Cadena SER]]>