Mi querida amiga Aurora es ingeniera, está casada y tiene un hijo. Su esposo también es ingeniero y por varios meses intentaron ser padres por segunda vez. Ella quería darle un “compañero” a su hijo.

“Amiga, la mejor herencia que le puede dar uno a un hijo, es un hermano o hermana. Ellos estarán juntos por siempre. Así que intentaré tener otro hijo”, me comentaba hace tres años.

Finalmente, Aurora quedó embarazada, pero tuvo una pérdida gestacional, un aborto espontáneo en la recámara y llamó a su mamá.

“Comencé con mucho dolor y de pronto sangré, mi mamá llamó a mi esposo y todos nos fuimos al hospital, yo por más que cerraba las piernas sentía que toda la sangre de mi cuerpo se salía por mi vagina”, comenta tranquila.

“Llegamos a un hospital privado y me dijeron que había perdido el embarazo. Esas fueran las palabras que usaron. Nunca me dijeron la palabra aborto, tampoco cuestionaron que había hecho antes o después de sangrar, el médico me dijo que era normal y natural que los bebés se perdieran antes de los tres meses, pero yo ya tenía cuatro, así que simplemente no se ‘logró’”, comenta Aurora.

“Estuve en el hospital unas horas, me dieron medicamento para expulsar lo que restaba y no quise saber más, no me dieron ningún cuerpo, no hice un funeral, tampoco tuve un duelo o luto. Simplemente entendí que así es la vida. Al llegar a mi casa, mi mamá me metió a bañar en una tina con un chorro de hierbas aromáticas, me sobaron el cuerpo y me quedé dormida, desperté y le dije adiós a mi segundo hijo.”

Pero el tiempo pasó y Aurora se embarazó de nuevo y tiene una hija que ya cumplió dos años. “No había pensado en mi pérdida gestacional, hasta que una prima mía que vive en Oaxaca, de donde somos, fue llevada a la cárcel porque también tuvo una pérdida gestacional, pero a ella la acusaron de asesinato”, me comenta Aurora tras la bocina de teléfono y me pide: “¿puedes hacer algo?”

Su prima tiene 24 años, estudia y trabaja. Tiene novio desde hace cuatro años y no sabía que estaba embarazada hasta que comenzó a sangrar en su centro laboral. La llevaron al hospital de la región y allí las enfermeras le llamaron a los policías y al ministerio público, la acusaron de asesinato. Tenía menos de 10 semanas, según las cuentas de los novios.

“No puedo creer lo que está pasando en Oaxaca, en mi familia. ¡No es posible! porque yo provengo de una familia que constantemente tiene abortos, mi mamá abortó dos veces, una tía también y ¡ahora resulta que es nuestra culpa!

“¿Y si mandas tu expediente médico a Oaxaca, le dices a los ‘doctores’ de allá que en tu familia hay una cierta disposición ante las pérdidas gestacionales, así como hay familias con diabetes, con obesos y con tumores?”, le sugiero a Aurora

“Pues ya mi esposo contrató un abogado para que la ayude, en principio ya la sacó de la cárcel con una fianza, pero resulta que sigue el proceso. Es que no puedo creer que en este país haya tanta desigualdad entre una región y otro”, lamenta Aurora

Y sí, en México hay pérdidas gestacionales constantes en mujeres de la Ciudad de México, pero también de Oaxaca, de Puebla, de Veracruz, de Querétaro y de todo el país. Algunas van a la cárcel y con sentencias terribles: 12, 18, 20 años por homicidio calificado.

“Maternidad o castigo. La criminalización del aborto en México”, publicado por GIRE es un texto obligatorio para todas las mujeres en México, puesto que allí se analiza el panorama del aborto y su castigo en el país. Y sí, son las entidades más pobres en el contexto económico y educativo las que más castigan a sus mujeres.

Así que ten cuidado si vas a estudiar, a trabajar o de vacaciones al sureste mexicano, a Veracruz o a Querétaro y Puebla no vaya a ser que te metan a la cárcel porque tu útero no está preparado para contener un embarazo.

Por Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana.

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