relaciones como algo más fluido: cuando cumplí un año con mi novia, acordamos que yo pagaría un hotel para pasar la noche y ella la cena. Sale y vale. «Que sea el hombre quien deba hacer siempre el trayecto entre la billetera y la mano del mesero implica muchísimas cosas: es un recordatorio de que antes las mujeres estaban en casa, sin ganar un salario y a expensas de que sus novios o esposos “las sacaran” a pasear. «Por eso, las mujeres que esperan un sonriente pagador de cuentas me desconcertan. No es por tacaño: me encanta invitar a mi novia a cenar en buenos restaurantes o comprarle una suéter que estoy seguro le gustará, pero ella no espera que sea yo quien pague siempre, así como yo tampoco espero que sea ella quien limpie platos después de cenar en su casa. «Estas son nuestras novias del siglo XXI y estoy feliz. Me encantan las mujeres independientes: «En nuestras relaciones del 2015, definimos roles de género todos los días y con pequeñas acciones. Tu chica puede hacer desayuno los fines de semana, porque se despierta antes, pero entonces tú puedes lavar platos por las mañanas y limpiar la cocina mientras ella descansa. Algunas mañanas, ella saca a correr a su perra y tú puedes ordenar el cuarto y tender la cama. «Su objetivo de vida no es “casarse”, sino tener una carrera, viajar por el mundo, ascender en su trabajo, crear una familia. Es una pareja, de verdad, no una segunda madre para limpiarte los pantalones o recordarte tu horario de trabajo. «Eso no le quita lo romántico. Pagar una cuenta no es romance, es tradición. Romance es preparar té de manzanilla cuando ella está enferma, poner una cobija extra en la cama porque es friolenta o confiar en su criterio para decisiones importantes. Las cuentas son majaderías contables. «Así, vamos haciendo decisiones pequeñas pero enormes cada día: ¿Quién saca la basura? ¿Quién pone la cafetera por la mañana? ¿Quién abre la puerta de los supermercados? Cuando caminamos por la acera, ¿quién debe estar del lado de la calle? «A veces es complicado, incluso cuando tengas tus ideas claras, porque nuestra sociedad pareciera desconocer a las mujeres. La mayoría de las veces que vamos a un restaurante, los meseros (y las meseras) me miran a mí para confirmar las órdenes y me entregan la cuenta al final. «Mi novia y yo hemos tomado una decisión salomónica: cuando es ella quien paga, yo soy mudo. Si quien nos atiende pregunta, ella responde; si el mesero me mira para confirmar, yo le devuelvo la mirada como un venado confundido. Nos ha funcionado hasta ahora. «Falta todavía mucho camino para que las mujeres independientes tengan las mismas oportunidades que los hombres independientes (el salario, por ejemplo), pero acciones pequeñas pueden hacerles espacio. Dejar que sea tu novia quien ordene la comida puede hacer la diferencia. Aunque las mujeres pueden abrirse sus propios espacios, también ayuda si los hombres ayudamos a empujar la puerta. Con información de Hablemos de Sexo y Amor]]>